El cañón, municiones, “Las trincheras” y senderismo en el campo de batalla de Cerro Gordo 

Texto/Imagen: L.C.C. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias *
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¡FELIZ DÍA INTERNACIONAL DEL TURISMO, queridos amigos facebookianos!

Hoy se conmemora el aniversario de la aprobación de los Estatutos de la Organización Mundial del Turismo, el 27 de septiembre de 1970, aunque el Día Internacional del Turismo se instituyo hasta diez años después. Esta actividad comercial y profesional es importantísima en muchos países y más en México, para hacerla dinámica e interesante, profesionales de diversas áreas contribuimos en una forma u otra.

Los que hacen investigación histórica, exploración y senderismo como él que esto escribe, están vinculados al turismo y en colaboración con los hermanos de ese sector, se les da aplicación práctica a los conocimientos que generamos; más allá del ámbito puramente académico o deportivo.

Con la actual pandemia de COVID-19 aún vigente y con una luz a final del túnel aún muy lejana, el turismo y el senderismo han sido muy golpeados y actualmente, estamos trabajando en reconstruirlo, adaptarlo a las nuevas circunstancias y mantener la economía, empleos y generar otros nuevos. Por ello, mis felicitaciones para mis amigos empresarios y guías de turistas y hermanos senderistas y exploradores que no se han derrumbado por los meses de inactividad y han sabido sacar lo mejor de sí mismos para continuar haciendo lo que les apasiona y aman hacer.

Yo por mi parte, desde mi trinchera, sigo en esta lucha desde hace 8 años, investigando y capacitando, explorando para abrir nuevas rutas y renovando otras ya muy sobreexplotadas. Paralelamente, apoyo en proyectos pioneros en los que me piden ayuda o que desarrollo por iniciativa propia; no en una sino en muchas y variadas formas, campos de acción y alcances. Todo ello, con mucho corazón y entrega, ya sea que vaya acompañado o tenga que realizar la misión en solitario, el resultado debe ser el mismo: coronarse con éxito.

ESTUDIANDO ARTILLERÍA ANTIGUA

El pasado domingo 6 de septiembre de 2020, realicé una más de varias visitas al pueblo de Cerro Gordo, municipio de Emiliano Zapata, para proseguir mi investigación sobre el cañón que descansa sobre un pedestal de piedra afuera del Salón Ejidal, como parte de mi proyecto personal de catalogación y estudio de piezas de artillería antiguas en el Estado de Veracruz, que inició el 5 de junio de este año con la batería de 4 cañones en el pueblo de La Joya, municipio de Acajete, una vez que diseñé un test que me permite identificar en pocos minutos las características fundamentales de las piezas a través de la correlación de mediciones con el calibre, el ánima y las dimensiones.

Sin embargo, el primer cañón al que le apliqué la parte de mediciones de cada componente, fue precisamente el de Cerro Gordo, aprovechando un rápido paso por el pueblo, el domingo 24 de marzo de 2019, un día después de impartir en el pueblo de Tolome, mi conferencia LA BATALLA DE TOLOME EN 1832: SACRIFICIO EN DEFENSA DEL ÓRDEN CONSTITUCIONAL.

Ya con la experiencia de estudiar 8 sitios con bocas de fuego antiguas en otros municipios y cientos de horas de investigación bibliográfica, en archivos y traduciendo textos del inglés y francés al español moderno, regresé para aplicar el test completo a EL CANGREJO, que así se llama este cañón porque tiene esas dos palabras grabadas en la culata metálica, acorde a la costumbre española de darles nombres a estos artefactos bélicos tras la fundición.

Los resultados en datos técnicos se los comparto en el mosaico de imágenes que acompaña a esta publicación, con sus respectivas explicaciones.

Así, tracé mi itinerario, avisé a mis amigos senderistas de Veracruz,, Paso de Ovejas y Xalapa si querían acompañarme, pues acostumbro a hacer senderismo al terminar la parte de investigación y compartirlo con quienes estén conmigo. Así ellos también no solo se ejercitan, sino aprenden como se realiza una investigación de campo y aprenden de las múltiples facetas que tiene la historia (arquitectura, ingeniería, meteorología, geología, geografía, metalurgia, patrimonio histórico e industrial, aspectos castrenses, jurídicos, civiles, religiosos, etc.), pudiendo participar y aportar sus conocimientos y experiencia si lo desean.

El día amaneció con fuerte amenaza de fuertes lluvias en Veracruz y Xalapa, aunque se por experiencia que en la zona de Cerro Gordo a Rinconada, donde me movería, no suelen ser torrenciales. Pero no hubo respuesta de que alguien quisiera participar y no les culpo, el día se prestaba para descansar, reflexionar y estar con la familia. Así que me fui sólo y debido al retraso en los horarios de los autobuses, consecuencia de la pandemia, arribé hasta las 11:00 AM a Cerro Gordo, y no a las 9:30 o 10:00 AM, que son las horas más tardías de día en que inicio actividades de este tipo en mi ciudad Veracruz o fuera de ella.

Previamente, avisé también a mi amigo Luis Rivas de Plan del Río, que quería conocerme y conversar conmigo, de que estaría en Cerro Gordo y que si le era posible podía alcanzarme a la hora de mi arribo e incluso acompañarme durante la investigación, pues la apasiona la historia de su municipio de Emiliano Zapata, en la cual participa haciendo difusión.

EL CAÑÓN “EL CANGREJO”

Tal como ya sabía, pues he estudiado en La Joya otro cañón idéntico y del mismo calibre de a 8 libras de peso la bala (hasta mediados del siglo XIX los cañones se clasificaban por el peso del proyectil o por el diámetro de su orificio en el ánima lisa o rayada donde entraban la carga de pólvora propulsante y el proyectil a disparar), no iba a hallar nada nuevo en ese aspecto. Mi atención estaba centrada en detalles muy específicos pues mi visita estaba enfocada a obtener respuestas a preguntas muy particulares también.

Cómo suele pasarme a veces, por salir rápido, cargué todo el equipo necesario y mi libreta donde anoto los datos de cada salida y lo recabados en la investigación, pero se me olvidó llevar una o dos plumas. Como una vez que arribo al lugar, me pongo a trabajar inmediatamente, pues soy enemigo de desviarse del propósito original si no hay de por medio algo importante que lo amerite, me hallé con ese inconveniente. Como recurso, iba a escribir los datos en mi celular, ya que no localizaba una tienda cercana y las personas a las que pregunté no me supieron decir, pero en cambio, me hicieron una buena conversación de otros temas más cotidianos.

Inicié repitiendo las mediciones del cuerpo del cañón con mayor exactitud que en 2019, especialmente porque me interesaba compararlo con la pieza de a 8 libras en La Joya. Y en ese momento arribó el vehículo con Luis y sus compañeros, equipados con cámaras, uno de ellos me prestó su pluma -después me la obsequió- y así pude trazar el croquis del arma y adjuntarle las cifras correspondientes.

Mientras lo hacía, le iba explicando a Luis y sus amigos, los diversos componentes del cañón a través del lenguaje técnico que empleaban los artilleros desde el siglo XV y para que sirven para la tarea de disparar un proyectil de cierto peso a cierta distancia calculada matemáticamente (la artillería es una ciencia por sí sola y como tal se enseña en las academias y escuelas militares desde hace siglos. En el imperio español se hizo en forma científica desde la primera mitad del siglo XVIII y esa tradición fue heredada por México al independizarse en 1821).

Y así llegamos a los detalles que me interesaban y que no me eran desconocidos, pero debía ratificarlos con las mediciones: la forma en que este cañón fue inutilizado. Muchos habitantes de Cerro Gordo me habían comentado su creencia acerca de que este cañón era nuevo y que nunca fue disparado. Sabiendo lo que se ahora de artillería antigua, se que esto es imposible, pues ningún cañón era asignado al campo de batalla sin haber pasado las pruebas tras su fundición y equipamiento, es decir, nadie lleva al combate o a la caza un arma sin haber probado antes que sí funciona. Por ejemplo, entre los siglos XVI y XVIII, las piezas que producía la Real Función de cañones de bronce en Sevilla, España, eran sometidas a varias decenas de disparos para garantizar que no reventarían por defectos de construcción. Los cañones que como prototipos de una nueva clase, incorporaban innovaciones en materiales, propulsantes o proyectiles, podían ser disparados cientos de veces antes de ser aprobados.

Pero al medir el interior del ánima lisa o túnel interno donde ingresaban el proyectil y la carga de pólvora cuya explosión lo impulsaría a cientos o miles de metros, hallé que está sellada con metal de bronce del mismo cañón. Ya había notado este detalle en fotos anteriores pero me faltaba la cifra de la distancia. Al examinar los dos muñones o pequeños brazos cilíndricos o troncocónicos que se hallan a los costados inferiores de la pieza, confirmé que se hallan destrozados, uno más que el otro. El “oído”, que en términos artilleros se denomina así al orificio donde se conectaba la llave de mecha o la mecha que se encendía por el botafuego, está sellado también, pero esto se ve prácticamente en todos los cañones. El “cascabel” o remate inferior con qué termina el cuerpo del cañón se halla cortado, dando una longitud de 2,25 metros pero extrapolando con piezas similares, alcanzaría un total de 2,30 si la pieza estuviera completa.

En ese proceso, el equipo de Luis me tomó varias fotos trabajando y del material gráfico y de mi test de artillería, que suelo llevar enmicado para proteger las hojas. Con gusto les expliqué los fines que persigue mi trabajo con los cañones y en que consiste esta faceta de mi trabajo, que por simple que parezca, es bastante complejo, pues las cifras de los levantamientos deben traducirse en sustento y explicación de conocimientos muy extensos en multitud de disciplinas y con un enfoque de unirlas para tener una perspectiva más próxima a la realidad del pasado, pudiendo a veces equivocarme pero no mentir. El trabajo de campo está respaldado por miles de documentos, libros, publicaciones, etc. Y el consiguiente muy largo tiempo para su estudio, análisis y comprensión.

Como suele pasarme con frecuencia en los pueblos, los habitantes se fueron acercando poco a poco a ver lo que hacíamos, algunos me conocen por mis publicaciones en Facebook, las veces que he participado en los eventos de Cerro Gordo o simplemente, me relacionan por mi casi icónico uniforme de trabajo (un overol rojo de origen petrolero con varias bandas de material reflejante, que al resplandecer justifican porque algunos de mis amigos me llaman “Luciernagota”, jajaja) o la insignia del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Veracruz-México (EXESCR) que campea en mi gorra y pecho. Otros, como noté, conocen a Luis Rivas y él a ellos. Los señores nos compartieron lo que saben del cañón, aunque ninguno era de la generación que lo encontró en 1933 en “Las Trincheras”, sino hijos o nietos.

Con ayuda del material gráfico enmicado que siempre llevo en mi mochila de ataque, les mostré los documentos CROQUIS DE LA POSICION DEL CAMPO DE CERRO GORDO PARA LA INTELIGENCIA DE LA BATALLA DEL 18 DE ABRIL DE 1847 y PLAN OF THE MEXICAN AND UNITED STATES POSITIONS IN THE BATTLE HELD OF CERRO GORDO THE 18TH. APRIL OF 1847, donde se describen las posiciones de los ejércitos mexicano y estadounidense en la batalla del 17 y 18 de abril de 1847, así como los caminos y posiciones de las distintas baterías de cañones utilizadas.

Como les expliqué, EL CANGREJO perteneció seguramente a una de ellas y parte de los objetivos de mi investigación desde más de 3 meses atrás, era autentificar que efectivamente así era y les aseguré que mi trabajo no tiene como finalidad de que algún político o autoridad se lleve el cañón del pueblo -como me informaron en algún momento tiempo atrás- sino precisamente, ayudar desde la perspectiva de un fuerte fundamento histórico multidisciplinario, a que se quede donde está y/o se le mejore sus condiciones de exposición y conservación, que no han variado en los últimos 12 años desde que lo depositaron donde aún se le puede ver.

Tranquilizadas las inquietudes al respecto, les expliqué el desarrollo de la batalla de Cerro Gordo en 1847 y las diversas causas que llevaron a la derrota del ejército mexicano, que se extendieron geográfica, política y militarmente desde Cerro Gordo hasta más allá de Perote, pues todo el dispositivo militar de defensa por el ejército y las guardias nacionales, entró en caos y se vino abajo; teniendo el general en jefe Antonio López de Santa Anna, esperar a que los estadounidenses se aproximaran a la ciudad de Puebla para intentar nuevamente detenerles. Atrás, en suelo veracruzano, quedaron las guerrillas que como nubes de insectos, hostigaron sin cesar a los invasores en sus extendidas líneas de suministros de la costa hasta el altiplano central.

Lo hice con seguridad y con conocimiento de la batalla tanto por haber estudiado desde 2011 a la fecha, prácticamente todo el material publicado por el lado mexicano en el siglo XIX y mucho del lado norteamericano, pues hice las traducciones -entre otros muchos materiales- de THE TWELVE MONTHS VOLUNTEER publicado en 1848 por el soldado George C. Furber, la de VIDA Y SERVICIOS DEL GENERAL WINFIELD SCOTT publicado por Edward Mansfield en 1852 así como la de MEMORIAS DEL TENIENTE GENERAL SCOTT, una autobiografía del mismo vencedor de Cerro Gordo, publicada en 1864 por la Sheldon & Company Publishers.

En material moderno, pues hay no hay que olvidar que la historia y la arqueología son ciencias inexactas por su misma naturaleza reconstructiva del pasado, y cada año se hacen nuevos hallazgos y se proponen nuevos enfoques, por lo que es deber mantenerse actualizado en la medida de lo posible, incorporé a mi acervo la tesis de maestría en ciencias sociales, LA BATALLA DE CERRO GORDO: EXPERIENCIA MILITAR MEXICANA DURANTE LA INTERVENCIÓN ESTADOUNIDENSE,1847, del historiador Mario Alberto García Suárez, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, a quien ayudé guiando un recorrido histórico el 17 de abril de 2017 para él y varios historiadores más, previo a la ceremonia del día 18 por la conmemoración de 150 años de la famosa batalla de Cerro Gordo.

Además de haber realizado muchas expediciones por el campo de batalla, no buscando reliquias o tras los 16.000 pesos que Santa Anna dejó olvidados en su huida al finalizar la batalla, junto con la prótesis de su pierna en madera y corcho (aunque dicen algunos que está hecha de hule y no de madera), que ahora se descansa en el Museo Estatal Militar de Springfield en Illinois, Estados Unidos. Sino para mapear y documentar los caminos reales Viejo y Nuevo, así como la parte de la Ruta de Cortés que atraviesa el territorio que sube desde Plan del Río y que fue, a su vez, asiento de la cultura de Pangololotlan antes del arribo de los europeos en 1519. El campo de batalla de Cerro Gordo esta insertado a lo largo de toda estas rutas.

ANTECEDENTES Y PREPARATIVOS DE LA BATALLA

Entre los detalles que les expliqué, fue que el plan de batalla del ejército mexicano era en esencia muy defensivo, pues supusieron fatalmente que los grandes accidentes geográficos de la zona (especialmente las barrancas, las dificultades para conseguir agua y el clima todavía caluroso en el mes de abril) serían suficientes con una buena defensa, para detener por largo tiempo a los norteamericanos. En tanto seguían fluyendo refuerzos desde otros Estados de la república, al ejército comandado por Santa Anna. De tal forma que se alcanzaría superioridad numérica en infantería y artillería -en caballería ya la tenían- y en un momento dado, quizá con ayuda de los pueblos y guarniciones a retaguardia del enemigo acampado en Plan del Río, se lograría obligarlos a retirarse de regreso al puerto de Veracruz.

Si había esperanzas, es porque Santa Anna -presidente y comandante en jefe del ejército al mismo tiempo- estaba en terreno donde había peleado antes y si bien tenia graves defectos en su formación militar, era a su vez, un gran organizador y lo había demostrado varias veces levantándose de la aparente derrota y conseguir dar la vuelta a la suerte a su favor, como en la batalla de Tolome y la guerra civil de 1832.

Así, su plan fue cortar el paso a los invasores por los dos únicos caminos que llevaban de Plan del Rio a la ranchería de Cerro Gordo -el pueblo actual aún no existía en 1847- donde estaba asentado el cuartel general mexicano. El territorio en ascenso de Plan del Río a Cerro Gordo constituye geográficamente el escalón para pasar de la zona de clima cálido y todavía mortífero por las epidemias causadas por los mosquitos como vector de transmisión viral, a la zona de clima templado que tanto ansiaban alcanzar los mexicanos y europeos no aclimatados al calor extremo.

Para conseguirlo, establecieron en la vanguardia (algunos lo denominan flanco derecho si ve el campo de batalla extendido a lo largo, teniendo a la izquierda la ranchería de Cerro Gordo, al centro los cerros del Telégrafo y el Atalaya, y a la derecha, el pueblo de Plan del Río), tres grandes baterías de cañones en tres promontorios que asemejan una garra de tres dedos y que cortan el camino real Viejo de México a Veracruz que se usaba desde 1519 con el paso de Cortés y que dejó de usarse para el tráfico carretero desde 1809, al abrir el Consulado e Veracruz el camino real Nuevo. La batería de la derecha con la barranca del río Grande del Plan a un extremo, fue equipada con 7 cañones de diversos calibres, la del centro, cortando el camino real Viejo, tenía 8 y la de la izquierda, adelantada más hacia el norte dominando el camino real Nuevo también a un extremo, fue dotada de 9 piezas. Además de ser apoyadas por 1 900 soldados al mando del general Jarero, con un cañón de reserva. En total 25 cañones.

En el centro del campo de batalla por el lado mexicano, se establecieron parapetos, un camino cubierto y un grupo de 6 cañones llamado “Batería del camino”, respaldada por los 1 360 hombres bajo el comando del general Díaz de la Vega. Su objetivo era cortar el camino real Nuevo -rebautizado desde 1824 como Camino o Carretera Nacional- y la desviación hacia el camino Viejo y la retaguardia de las tres baterías que ya mencioné. Era la llave entre los dos flancos o vanguardia-retaguardia del ejército mexicano.

A la izquierda los defensores tenían el volcán extinguido llamado Cerro Gordo desde el siglo XVI pero que a partir de la Guerra de Independencia (1810-1821), comenzó a ser conocido como Cerro del Telégrafo por la presencia en su cima, de una torre de telegrafía óptica -mal llamada fortín, pues no posee ninguna de las características físicas y dimensiones para desempeñar ese papel- perteneciente al fallido e incompleto proyecto de comunicar Xalapa con la fortaleza de San Juan de Ulúa frente a la ciudad amurallada de Veracruz, mediante semáforos de brazos mecánicos en diez torres construidas en sitios elevados, aprovechando la accidentada geografía del centro del Estado de Veracruz.

No se terminaron en su totalidad, pero se hicieron la del Cerro Macuiltépetl, que a su vez, se comunicaba con la de Pajaritos, y esta con la ubicada en el borde de la barrana del Portezuelo en Corral Falso. Estableciendo comunicación visual con la del Cerro Gordo y esta con el fortín de Órdenes Militares en Plan del Río. Otras cuatro no se hicieron pero se pensó en situarlas en la parte más alta de la Cuesta de la Calera cerca de La Rinconada, en el centro del cerro de La Concepción pasando el Puente del Rey, en el fortín junto al río La Antigua y el río Chico , la Loma Criolla, un enorme médano de más de 40 metros de alto al noroeste de Veracruz y la torre del Caballero Alto en la fortaleza de San Juan de Ulúa. Todo esto nunca se terminó y desconocemos si alguna vez hizo pruebas, pero sí que quedó grabado en la memoria del pueblo xalapeño y región cercana hacia Veracruz, con el nombre de “Telefre”.

En mis años de investigación, de 2011 a 2015 tuve la oportunidad de localizar, mapear y documentar los 10 lugares, generando en mis mapas lo que llamo la “Ruta del Telefre”, para quienes gustan de los temas militares y de las formas de telecomunicación antiguas.

Regresando al dispositivo militar mexicano, en lo alto del Cerro Gordo, en las proximidades de la torre de telegrafía óptica y las laderas, se estableció una batería de 6 cañones, preferentemente los de grueso calibre (de a 24, 32 y 36 libras) para lograr el máximo alcance aprovechando que el Cerro Gordo domina visualmente la región al oriente del mismo.

En la retaguardia, se localizaba a orillas del Camino Nacional la ranchería original de Cerro Gordo donde estaban a su vez, el cuartel general de Santa Anna, la intendencia y servicios médicos, así como la reserva de infantería y la caballería. Por este camino llegarían los refuerzos desde Xalapa. Al finalizar el 17 de abril de 1847, ya iniciada la batalla, se estableció una batería de 5 cañones sobre un promontorio que actualmente ya no se aprecia por haber sido explotado como cantera en el siglo XX. Algunos autores la llamaban “Batería de Reserva”. Tenía como objetivo prevenir un ataque por el flanco izquierdo a la retaguardia, que era precisamente el plan norteamericano desde el inicio, según leo en la obra de Furber y de mano del propio Scott. Pero ese plan fue abortado desde el inicio porque no escapó a la detección visual de la batería de cañones de la izquierda, que desde su altura dominaba la curva del camino real Nuevo y la barranca adyacente.

¿CÓMO RASTREAR CAÑONES?

En total, se registran 43 cañones de diversos calibres que el ejército mexicano trasladó desde el norte del país tras la batalla de La Angostura el 22 y 23 de febrero de 1847, la Ciudad de México donde Santa Anna se detuvo, la fortaleza de San Carlos de Perote y la ciudad de Xalapa. Tal masa de artillería se formó con piezas de distintos lugares y asignadas a distintos cuerpos militares que finalmente se concentraron en Cerro Gordo. Por ello, es muy difícil rastrear el origen de cada una, ya que en los informes militares de la época, se constata que solo se les denomina por el calibre o si es un cañón o un obús de montaña. Por ejemplo, la baterías de cañones de esa época -primera mitad del siglo XIX- se integraban usualmente desde la época del imperio de Napoleón I (1804-1815), por 6 cañones y 2 obuses.

El obús, para quien desconozca qué es, se refiere a un arma de artillería formada por un tubo hueco y largo de menor tamaño y diámetro que el de un cañón, pero el nombre después pasó a denominar a los proyectiles también y a una clase aparte de piezas de artillería en el siglo XX.

Conociendo los inventarios de artillería del ejército mexicano y el contexto de la época durante la invasión norteamericana (1846-1848), se percibe enseguida que no había una disciplina estricta como la francesa a la hora de formar las baterías de cañones por la escasez de recursos o de artilleros profesionales, pudiendo así, mezclar piezas de diversos calibres y por tanto de diversos alcances.

En la información consultada, se que había cañones de a 24 libras en lo alto del Cerro Gordo y al menos, una pieza de a 12 libras en la batería de la izquierda, que disparó al detectar el movimiento furtivo de intenciones envolventes del enemigo. Lo normal, era que las piezas de menor calibre (de a 6 o 4 libras) se movieran preferentemente en los terrenos más altos dado su menor peso de 700 a 450 kilógramos, pero al parecer, los mexicanos no tuvieron problemas para elevar piezas mucho más pesadas, del rango de 1 a 3 toneladas, que a su vez, como confirman tanto mexicanos como norteamericanos en sus testimonios, eran todas de bronce, es decir, pesaban alrededor de la mitad que si hubiesen estado forjadas en hierro. El cañón EL CANGREJO pesa aproximadamente casi 1 tonelada y los testimonios de quienes lo hallaron y trajeron al pueblo en 1933, sugieren grandes dificultades para moverlo.

¿Por qué expliqué todo esto a Luis y a nuestros amigos de Cerro Gordo? Porque siendo el cañón nuestro objeto de estudio con todas sus implicaciones, debían saber que en esa batalla participaron más de 40 bocas de fuego y el que teníamos a la vista tiene una alta posibilidad de haber sido parte de ella.

Como me dijeron los señores con quienes conversé, ellos desconocían muchos detalles de la batalla porque nunca se le ha explicado debidamente y hasta donde sabemos, no hay en el pueblo de Cerro Gordo un libro dedicado a narrar y explicar este famoso combate. En la conferencia que di el 18 de abril de 2019, aporté además de guiar dos recorridos por la vanguardia y el centro de lo que fue el dispositivo militar mexicano, un tríptico donde explicaba todo esto, aunque por falta de un videoproyector, no pude mostrar al público los numerosos mapas donde explico la evolución de esta función de armas.

El único libro que he leído, de autoría de los mismos habitantes de Cerro Gordo, y del cual he tomado algunos datos, la parte que me interesó fue la referente al hallazgo del cañón, es el titulado UN RECUERDO EN EL PASADO, LA HISTORIA DE CERRO GORDO, escrito por Cruz Reyes Ortega y publicado en mayo de 2017. El texto se centra muy preferentemente en la genealogía de las familias fundadoras del pueblo de Cerro Gordo y apenas da datos de la batalla, los pocos que da son inciertos, muy generales o ya están muy superados por investigaciones actuales. Aún así, es un trabajo de recopilación bastante interesante y merece nuestro respeto.

Mi ejemplar me fue obsequiado y autografiado por el señor Benjamín Hernández Bautista, cuando el 1 de diciembre de 2017 me detuve a comer en su restaurante con mi buen amigo el abogado Eduardo Jacomé Parra e hicimos platica con él. Íbamos hacia Xalapa y estaba estableciendo los sitios de descanso para mi expedición documental del 9 al 23 del mismo mes. Donde como ya saben muchos, los miembros del equipo EXESCR e invitados senderistas y corresponsales de algunos medios de comunicación, caminamos con total éxito 156 kilómetros subiendo desde la iglesia del Cristo del Buen Viaje hasta la fortaleza de San Carlos en Perote.

AUTENTIFICANDO EL CAÑÓN

¿Qué elementos tenemos para poder sostener que el cañón nombrado por sus forjadores como EL CANGREJO fue parte de la batalla de Cerro Gordo del 17 al 18 de abril de 1847? Tenemos que:

1) Es una pieza de artillería de bronce, como señala el general Winfield Scott en su autobiografía, toda la artillería mexicana capturada al finalizar la batalla, estaba forjada en este metal, no registraron la presencia de piezas de hierro.

2) Después está el diseño de la misma pieza, es el mismo que se aprecia en numerosos cañones que han sobrevivido desde la segunda mitad del siglo XIX, en el pueblo de La Joya, en el llamado “Parque de los cañones” a orillas de la avenida Juan de la Luz Enríquez (antaño camino real de Veracruz a México) hay 4 de ellos y el mayor, el que apunta hacia el callejón es prácticamente idéntico, otra pieza de a 8 libras, mismo tamaño, calibre, está más completo, menos dañado y la única diferencia sustancial, es que el nombre del cañón ya no se puede leer por el alto deterioro de la superficie del metal (aunque sigo tratando de clarificarlo usando algunos métodos digitales diseñados por mi, en base a mi experiencia de varias décadas como técnico en informática y programador analista de computadoras, posiblemente para diciembre ya lo tenga resuelto y se los de a conocer).

Los dos son cañones típicos de 4 cuerpos, separados cada uno por anillos de metal que dan un refuerzo estructural en las partes donde la deflagración de la pólvora los somete a mayor presión y podría reventar desde adentro la pieza de artillería.

3) Como mencioné, EL CANGREJO es imposible que haya sido traído desde su fragua o cuartel sin disparar a manera de prueba o recién forjado. El cincelado del nombre indica no solo la tradición de darle un nombre amenazador o emblemático, sino tácitamente la aprobación de sus creadores como pieza útil para el servicio activo.

4) Y esto nos lleva al siguiente punto: los muñones y cascabel destrozados así como tener el ánima lisa sellada a los 19 centímetros con metal del mismo cañón, nos revelan la clara intención de inutilizarlo y de que no disparase nunca más. Los muñones servían para izarlo mediante cuerdas y colocarlo en su cureña si era una pieza móvil o ayudar a empotrarlo en el parapeto si iba a ser de servicio fijo en una fortificación. Romper estos elementos es indispensable para “anclarlo al suelo” en forma definitivamente si no es reparado.

Por el lado del ánima, es de lógica elemental y los militares lo saben desde hace siglos, que un arma de tiro puede ser fácilmente anulada si se obstruye el túnel que recorre su proyectil a gran velocidad antes de abandonarle. Se acostumbraba a rellenarlos con piedra y cascotes, o dañar el “brocal”, el enorme remate delantero donde se ubica la boca de salida, a fin de que hacerle impreciso aún si se le limpiara el interior. En este caso, para hacer la medición, a semejanza de los artilleros que limpiaban de partículas incandescentes residuales tras un disparo, con mi vara de caminante tuve que limpiar el interior de EL CANGREJO, todo lleno de basura antes de hacer la medición del ánima lisa despejada (esta mala costumbre que ejercen los ciudadanos de usar los cañones como botes de basura, la he visto en todas partes, en Xalapa, Veracruz, La Joya, Atoyac, etcétera).

Aún conociendo todo esto, no descarto que los muñones se hayan dañado durante el traslado que se hizo en 1933 para bajarlo de “Las Trincheras” y llevarlo al pueblo de Cerro Gordo (son varios kilómetros). Y que el bloqueo del ánima lisa haya sido hecho a propósito por los militares o algún civil. Nunca han faltado las personas que se toman libertades excesivas a la hora de manipular las piezas históricas.

5) Otro punto a favor, es que EL CANGREJO fue hallado enterrado por el señor Prudencio Escobedo, dueño de un sembradío en un sitio que en 1933 llamaban “Las Trincheras”, por la presencia de formaciones de rocas alineadas en lo alto de un cerro de más de 20 metros de altura. De ahí, los habitantes de Cerro Gordo en el siglo XX, extrajeron mucha piedra para hacer sus casas, convirtiendo el lugar en una gran cantera.

El libro de Cruz Reyes Ortega, señala que lo hallaron con otro cañón más pequeño -quizá uno de a 6 o 4 libras- pero que ese desapareció. Para bajarlo y llevarlo al pueblo, lo consiguieron combinando la fuerza de tracción de tres yuntas de bueyes y polines de madera para aligerarlo. En ese año, al parecer no había todavía automotores en la región, de los cuales hubiesen podido servirse. “Las Trincheras” se encuentran ubicadas en pleno campo de batalla, a corta distancia de donde estuvieron posicionados los 5 cañones de la “Batería del Camino”. De eso escribiré líneas abajo de este mismo texto.

6) Sabemos que el 4 de noviembre de 1862 hubo una segunda batalla de Cerro Gordo, entre la brigada francesa del general Alexis Bénigne Louis conde De Berthier de Sauvigny -que avanzaba desde Veracruz para capturar Xalapa y la fortaleza de Perote- y las guardias nacionales de Coatepec y Xalapa al mando de los coroneles Manuel Díaz Mirón y Manuel María Alba. Fue de mucho menores dimensiones y tiempo que la de 1847, al final los mexicanos se retiraron abandonando un obús.

Poco se sabe de este combate, yo me enteré gracias a los trabajos de mi amigo el historiador Héctor Strobel del Moral. También conocemos que debido a su geografía entre un volcán y profundas cañadas de más de 400 metros de caída libre, esta zona de Cerro Gordo fue protagonista de innumerables emboscadas y tiroteos desde el periodo de la Guerra de Independencia. Pero el único combate del que tenemos noticia y del que pudiera inferirse que se inutilizaron cañones, es precisamente el del 18 de abril de 1847.

DESARROLLO Y FINAL DE LA BATALLA

Expliqué a Luis y a los señores reunidos conmigo, que el 17 de abril se encontraron los exploradores de ambos ejércitos y las infanterías se enzarzaron en una fiera lucha, donde los aparentemente los mexicanos rechazaron al enemigo. Sin embargo, este se retiró hacia el cerro del Atalaya tomándolo y construyendo una batería de cañones y lanzacohetes a la Congreve durante la noche. Por el lado mexicano, Santa Anna anunció prematuramente la victoria al Congreso de la nación. Pero además reforzó la batería en lo alto del Cerro Gordo, envío más infantería y estableció la “Batería de Reserva” frente a su cuartel general.

Sin embargo, todo esto era parte de un engaño por parte de Winfield Scott, pues mientras Santa Anna esperaba el ataque principal por el camino real Viejo desde Plan del Río, y por ello había ubicado 25 de sus 43 cañones en tres baterías formidables, el golpe más fuerte vendría por el norte cuando el enemigo consiguiera renovar o completar su movimiento envolvente que la batería de la izquierda había avistado el día 17.

Al amanecer del 18, la batería y cohetes del Atalaya bombardearon durante horas la cima del cerro del Telégrafo y tres columnas norteamericanas se lanzaron al ataque. Simultáneamente, el general Pillow lanzó a sus tropas de Voluntarios contra las tres baterías de la vanguardia mexicana, siendo rechazado con un alto número de perdidas y muchos heridos. La presión contra el cerro del Telégrafo, mandado por el general Ciriaco Vázquez fue tal, que la defensa finalmente reventó y se inició una desbandada que arrolló a los jefes y a la reserva de infantería que venía a ayudar desde la ranchería. Al tomar la zona alrededor de la torre de telegrafía óptica, los norteamericanos usaron los cañones mexicanos contra el alud de fugitivos y el cuartel general, claramente a la vista.

Simultáneamente, una de sus columnas capturó la “Batería del Camino” que no llegó a disparar durante la batalla, pues el ataque directo por el camino real Nuevo o Carretera Nacional para el que estaban preparados, no sucedió de frente sino desde su flanco izquierdo. Al hacerlo, los invasores reventaron totalmente el dispositivo militar al tener el punto de unión entre las fuerzas del Cerro del Telégrafo con las tres baterías en los altos de Plan del Río, a las que atacaron por la retaguardia.

Cuando la avalancha de fugitivos alcanzó el cuartel general y Santa Anna trataba de reorganizarlos y la brigada de Arteaga estaba por arribar a marchas forzadas desde Xalapa, lo que hubiese permitido hacer una defensa y quizá pasar al contraataque, una brigada al mando del general Shields apareció por el flanco derecho y pese a la valor de sus artilleros, capturaron la “Batería de Reserva” dirigiéndola contra los mexicanos, a los que cortaron la retirada hacia Xalapa. Con ello, la huida se volvió catastrófica, muchos oficiales que trataron de contenerla fueron arrollados y se abandonó toda la artillería al invasor.

El general Jarero rechazó la rendición de sus tres baterías y resistieron un segundo asalto norteamericano, los defensores planearon escapar según sus medios. Pero ya rodeados y conscientes de su falta de agua y sin comunicación con Santa Anna y el Estado Mayor, se vieron obligados a rendirse, siendo llevados al campamento norteamericano como prisioneros.

Dueño de grandes cantidades de armas y municiones mexicanas, el general Winfield Scott señala en su autobiografía que ordenó destruir todo el material que no les era útil o incompatible tecnológicamente con el que ya traían. De los 43 cañones de bronce capturados, tomó los suficientes para formar una batería de cañones para su ejército (posiblemente 6 o 8 piezas), dejando en Cerro Gordo los demás, a fin de enviarlos a donde decidiera en el futuro. ¿La razón? Es que no disponía de suficientes mulas para trasladar sus propios cañones y obuses, arrastrando además un enorme extra del armamento pesado enemigo. Además, si bien la batalla fue muy sangrienta y pese al fuego de contrabatería mexicano, la artillería norteamericana no sufrió perdidas en sus cañones ni tuvieron que abandonar ninguno.

Otra razón fue que debían avanzar rápido por la Carretera Nacional para capturar la ciudad de Xalapa y así impedir que Santa Anna u otro general, la utilizase para frenar su avance hacia la Ciudad de México. En los siguiente días no solo se adueñaron de Xalapa, sino del paso fortificado de La Joya y de la fortaleza de Perote, donde el botín sumó 66 cañones más.

Con más de 100 cañones a disposición, no se descarta que Scott haya ordenado no solo la destrucción de los fusiles y municiones obsoletos, sino también que las piezas de artillería fueran dañadas, bloqueadas y enterradas como era también la costumbre militar de este siglo, reduciendo el esfuerzo para bajarlas de las 3 baterías y del Cerro Gordo, ante la ausencia de animales de carga suficientes.

Desde luego existen otras razones, pero esta investigación no ha terminado y espero en el futuro poder compartirles más datos y las fuentes correspondientes. A mis amigos de Cerro Gordo les pido paciencia, pues cuando pasan días en que apenas se nota mi actividad en Facebook, es porque estoy en trabajo de campo o en trabajo de archivo con todas las diversas acciones que atañen a cada uno. Es decir, rara vez estoy sin hacer algo.

REVELADORAS BALAS DE HIERRO

Cuando terminé de relatar todo esto, un señor de nombre Leopoldo Lagunes Figueroa nos comentó a Luis y a mi, que tenia de su propiedad dos bolas de cañón y que estaba dispuesto a donarlas para esta investigación sobre la historia de Cerro Gordo. Mencioné que con gusto las aceptaría y le mencionaría cuando se publicase esta reseña en Facebook. Luis le dio las gracias por ayudarme en esa forma y los tres fuimos a pie hasta su casa a buscarlas.

Se trata de dos bolas de hierro fundido, munición de impacto cinético a alta velocidad para los cañones de a 4 libras o más. Tienen el tamaño de unos limones grandes y parecen muy inofensivas por sus reducidas dimensiones. Pero para quienes estudiamos la artillería y como se aplica en un combate, sabemos que son armas extraordinariamente mortíferas.

Los cañones del siglo XIX, de la época de la Ordenanza (1728-1872), en que los calibres fueron reglamentados por la corona española para evitar el grave problema de no poder surtir la suficiente munición por la gran diversidad de modelos y tamaños de los cañones de distintas fábricas y armeros dentro y fuera de España, ya estaban posibilitados para disparar tres tipos de munición: la muy conocida metralla o lluvia de pequeños proyectiles para arrasar con la infantería, las granadas explosivas que detonaban contra y dentro de buques y fortificaciones, así como las “bolas de cañón” (que el público llama generalmente “balas”), que en diferentes tamaños y pesos, eran usados como poderosos proyectiles de impacto para destrozar todo lo que se hallase a su paso. Siendo primero de piedra y después de hierro fundido, podían lanzarse incluso calentadas al rojo vivo, para que provocasen destrozos e incendios a la vez donde impactaran. Si llegaban a penetrar hasta donde el enemigo almacenaba su reserva de pólvora o sus municiones, podían destruir todo en segundos.

Sirve de ejemplo, que en 1816, los estadounidenses y sus aliados de diversas tribus indias, sitiaron el llamado “Fuerte Negro”, un reducto militar con cañones, dejado por los británicos durante su invasión a Estados Unidos en 1812 y que fue ocupado por cientos de esclavos cimarrones fugados de las plantaciones. El fuerte se hallaba junto al río Apalachicola en una parte remota de la Florida que aún pertenecía a España. Debido a que las tropas eran sujetas a tiroteo por parte de los ex-esclavos, los estadounidenses pusieron sitio y bombardearon el fuerte. Los negros no pudieron responder, porque si bien había algunos que se habían entrenados como infantería de marina, no tenían adiestramiento para disparar eficientemente los 10 cañones de que disponían.

Después de negarse a rendirse y levantar bandera de lucha a muerte, los barcos de la US Navy que entraron al río en apoyo de su infantería abrieron fuego, dispararon 9 veces para afinar la puntería. Pero al décimo disparo, la cañonera No. 154 lanzó un “tiro caliente”, es decir, una bola de cañón calentada al rojo vivo. Fue tan exacto, que atravesó las defensas y acertó en el depósito de pólvora del “Fuerte Negro”, generando una enorme y pavorosa explosión que destruyó el sitio, matando a más de las 270 de 334 hombres, mujeres y niños que estaban en el lugar. La explosión se escuchó a más de 100 millas (160 kilómetros) de distancia, en Pensacola, luego vino el asalto de la infantería y solo consiguió escapar un hombre, pues otros dos sobrevivientes fueron capturados y ejecutados por orden del general Andrew Jackson. Este suceso terrible más allá de toda expresión, ha sido llamado “el disparo de cañón más mortífero en la historia de Estados Unidos”.

Está de más decir que el rebote o vuelo de estas bolas de hierro fundido podían cercenar piernas, cabezas y destrozar cuerpos de la infantería a la que se les dirigiesen.

Con lo curioso que soy, en mi afán de lograr mayor precisión en los datos, pregunté al señor Leopoldo y me comentó que los dos proyectiles fueron encontrados en enero de este año por su sobrino Rodrigo Lagunes en un terreno suyo. Consultando las fotos en su celular, me confirmó que fue el jueves 30 de enero de 2020. La ubicación me hizo pensar en revisar mis mapas al volver a Veracruz y hacer una comparación de la cartografía del siglo XIX con la que manejo de origen satelital.

El resultado fue muy satisfactorio, pues me permitió establecer, con un margen de error de quizá 5 o 10 metros, una posible ubicación de donde se hallaba la ranchería original de Cerro Gordo y refinando la investigación, quizá podría ubicar donde estuvo el malogrado mesón de Cerro Gordo a orillas del camino real y que se incendió dos veces a lo largo de su historia. El sitio probable de la ranchería se halla prácticamente muy afuera del pueblo actual y siempre con la imponente masa del Cerro Gordo a la vista. El lugar es lógico, pues se localiza relativamente cerca de fuentes de agua, cuyo abastecimiento se vería muy comprometido si la ubicación estuviese en el área del pueblo actual, entre los muy altos acantilados y la Carretera Nacional.

Otro detalle que me induce a creer que la ubicación podría ser correcta, es que el lugar se halla dentro del alcance de los cañones de a 4, 12 y 24 libras que estarían en el Cerro Gordo el 18 de abril y en la zona donde los habitantes me han contado que durante años fue más frecuente hallar bolas de cañón enterradas. Esto disminuyó por el incesante saqueo de piezas por parte de nuestros connacionales y extranjeros, principalmente los estadounidenses, al excavar y llevarse todo tipo de reliquias metálicas de la batalla (botones, balas, hebillas, etcétera) para sus colecciones particulares, países o al mercado negro. Además, durante décadas, muchos habitantes de Cerro Gordo hallaron una forma de aumentar sus ingresos, buscando y excavando para vender lo encontrado.

Esta zona, a la que podríamos llamar “de bombardeo”, corresponde a la que hubiese ocupado el cuartel general de Santa Anna durante la batalla y que junto con miles de fugitivos, fue objeto del fuego de los propios cañones mexicanos desde lo alto del Cerro Gordo y la capturada “Batería de Reserva”, por lo que no me extraña la abundancia de metal enterrado en una zona muy concreta. Un avión sobrevolando la zona con un magnetómetro podría delimitar mejor el área.

Las balas que me donaron y que agradecí de corazón el gesto, es posible que sean munición mexicana dirigida contra sus propias tropas al caer la defensa del Cerro Gordo o del Telégrafo. O de los cañones ligeros estadounidenses, aunque dadas las distancias y la configuración del terreno, esto es menos probable, ya que serían disparadas desde el cerro del Atalaya. Algún día debo realizar el ascenso a este cerro de meseta para contemplar desde ella esta parte del campo de batalla y hacer los cálculos correspondientes de balística y tiros parabólicos.

Guardé las dos bolas de cañón en mi mochila de ataque, como el tesoro invaluable que son, pues si bien no soy un buscador de oro o reliquias, ni pienso venderlas ni promover la búsqueda de más piezas, no por ello soy menos sensible como para no apreciar esta ayuda en especie, de proyectiles del mismo campo de batalla que estoy estudiando desde hace años. Inmediatamente que regresé a Veracruz, les hice su estudio, mediciones y las llevé a pesar, confirmando lo que pensaba al ver el tamaño y medirlas enfrente de Luis y el señor Leopoldo: que eran la munición para los cañones de a 4 libras.

Ambos proyectiles descansan en paz en mi escritorio, junto a otro de a 6 libras que me obsequiaron unos campesinos en 2017 cuando fui parte de la expedición que ascendió al enorme y difícil cerro del Chiquihuite buscando localizar los restos del fortín del mismo nombre. Me mostraron la bola de cañón, la fotografié y les comenté lo que sabía de historia del cerro, se las devolví y salió de ellos el obsequiármela, “para que siga descubriendo más de nuestra historia”, así me dijeron los amables señores.

SENDERISMO Y TRABAJO EN “LAS TRINCHERAS”

Después de conversar, comer algo y probar los refrescos que don Leopoldo amablemente nos convidó, hacia las 12:40 PM me indicó Luis que iba con sus compañeros hacia Dos Ríos pero antes iba a pasar por Plan del Río, así que si quería podía darme un “aventón”. Acepté y me llevó hasta la confluencia de los caminos reales Viejo y Nuevo frente al Cerro Gordo. Nos despedimos y prometimos estar en contacto.

Mi objetivo era ahora ir hasta “Las Trincheras”, tras consultar con don Leopoldo y otras personas, triangulé los datos y ya sabía donde era. Sólo con mi vara de caminante y mi mochila de ataque, me encaminé y a las 1:02 PM arribé al sitio. Efectivamente, tal como lo recordaba, un cerro pequeño al borde de la barranca del río Grande del Plan, con cientos de metros de paredes verticales, que sin duda harían las delicias de mis amigos que practican rappel o cañonismo. Una de mis pasiones como explorador, es buscar paisajes maravillosos para mis amigos fotógrafos, con historia para los historiadores o propicios para descensos y hacer senderismo para los que gustan de estas disciplinas.

A esa hora el día estaba un poco nublado con señales de que el sol brillaría un poco y después vendría la lluvia. Se percibía la humedad en el aire, pero como decimos en el senderismo, “es un día excelente para caminar” (sin sol y fresco). Me hallaba totalmente sólo y si bien nada indicaba peligro, adopté la posición de estar en guardia y aguzando los sentidos, pues el riesgo no siempre viene de la flora o la fauna, sino de los elementos climáticos o del mismo hombre.

Como suele pasarme a veces, la belleza del paisaje esconde para mi buenas y malas noticias: la buena es que este lugar ya lo conocía, lo subí y visité desde el 16 de diciembre de 2018 sin saber que se trataban de “Las Trincheras” de las que tanto oí en Cerro Gordo. Fue en la antepenúltima expedición que organicé para relocalizar el camino real Viejo de Plan del Río a Cerro Gordo y abrirlo otra vez. Esto lo conseguí tras mucho esfuerzo y no lo voy a negar, también con muchos sufrimientos y malos ratos que me hicieron pasar, el 5 de enero de 2019, en que abrí el sendero y lo recorrí de inicio a fin sólo y a machete limpio. Después lo he cruzado con éxito 3 veces más.

La mala noticia, es que este año, el sencillo camino de ascenso fue cerrado por una gran reja y en la parte alta divisé una caseta, de esas que se ven en las construcciones con mucho espacio abierto. No vi a ser humano alguno pero sí oí los ladridos de perros guardianes, no bajaron hasta donde estaba pero sabía por la intensidad del ruido que no estarían a más de 20 metros y seguramente sueltos.

Asumí la realidad y todavía me fui caminando un kilómetro camino real adentro para trazar un plan de acción, mientras captaba la flora y la fauna, gozando del aire fresco. Como nativo de la costa veracruzana, nacido y aclimatado a temperaturas mayores a 40 grados centígrados, las brisas frescas del mar son siempre bienvenidas y siempre agradezco a Dios nuestro Señor con estas palabras: “Gracias padre mío, por todos tus dones, maravillas y bendiciones para con este tu humilde hijo”. Tomé más de 70 fotografías del entorno y regresé.

Recordé que había visto antes de llegar a la reja un camino de terracería cuyo inicio está obstruido por un gran desnivel y que lo hace impráctico para vehículos pero no imposible para un hombre. Quizá haya sido el camino de ascenso original cuando no había automotores. Así que lo localicé, calculé que saldría por el lado opuesto a la caseta y lejos de los perros. Fui subiendo lo más suave posible y con el menor ruido posible, por fortuna la pendiente no era pronunciada, me eché mi vara de caminante al hombro y avancé hasta llegar a la cima, rápidamente determiné la dirección y fuerza del viento, y me coloqué en contra para no ser olfateado a distancia.

No avisté a nadie ni a los perros, pero tampoco era mi interés fotografiar nada de lo que pasara ahí por dos razones muy claras: 1) Las “trincheras” originales ya no existen, pues el cerro ha sido muy desgastado y excavado para sacar roca caliza y arena, calculo que lo han reducido entre 5 y 10 metros de alto en más de un siglo de explotación. 2) Solo quería unas fotografías del territorio al norte, desde donde se divisan el Cerro Gordo y el Atalaya, en forma casi idéntica a una ilustración que el soldado George C. Furber hace en su obra. La única diferencia es que en ella, se perciben 3 cañones apuntando hacia el Camino Nacional y se distingue la carretera. En la realidad, esto solo sería posible si el cerro conservara su altura original. Tras analizar la obra de Furber, el atribuye esta imagen para ejemplificar como se vería desde la batería No. 4, que en los planos mexicanos correspondería a la batería de la Izquierda, la misma que disparó el 17 de abril de 1847 al percibir el movimiento furtivo y envolvente norteamericano. Sin embargo, lo que no concuerda es que el paisaje de la ilustración nada tiene que ver con el que se mostraría en la vida real frente a esa batería. Pero corresponde con mucha exactitud con el que se ve desde el sitio de “Las Trincheras”, donde hasta donde se, no se ubicaron cañones en la batalla, aunque serviría como un excelente punto de observación para prevenir a los defensores de la “Batería del Camino” si el enemigo marchase directamente contra ellos y de frente, cosa que nunca sucedió.

Me comentaba el señor Leopoldo que vida de su señor padre, ahí se hallaron además de los dos cañones enterrados, muchas bolas de cañón, que incluso él las apilaba y jugaba con ellas. Hoy en día, todo eso es ya un recuerdo pues el cerro sigue siendo explotado como cantera y la parte original ha desaparecido. Esto me sugiere una posibilidad: dado el rápido avance de los invasores hacia Xalapa y Perote, no solo hayan inutilizado los cañones que no podían llevarse por falta de animales de tracción, sino que hayan enterrado algunos con sus abundantes municiones en sitios fácilmente localizables para recuperarlos si fuese necesario. Un cerro como el de “Las Trincheras”, de fácil ascenso y a corta distancia de donde estuvo la “Batería del Camino”, sería un lugar ideal, pues después de la batalla, el camino real Viejo seguiría sin usarse y terminaría por desaparecer de la memoria de los pobladores de la región, de muy baja densidad demográfica en la década de 1840 (como comprobé en 2018, que los más ancianos en Plan del Río solo recordaban “Las Trincheras” y nada más, los adultos y jóvenes ni idea tenían ya de su existencia a 171 años de haberse efectuado la batalla nunca olvidada en México).

Si lo que considero es correcto, es posible que haya más cañones y municiones enterrados en el campo de batalla. Más investigaciones nos ayudarán a arrojar más luz sobre esta temática.

Ascendí lo suficiente para captar lo que necesitaba, trabajando según cierta frase del presidente francés Charles de Goulle, donde dice que los fotógrafos debemos ser como los artilleros: rápidos, precisos y certeros a la primera. Con 22 años de experiencia con cámaras profesionales y unos 10 con celular, no hice quedar mal al presidente, tomé una, y en el proceso ya tenia pensada la otra y la otra y la otra con panorámicas, al detalle, horizontales y verticales, de lejos y distancias medias. ¡Listo! Hora de bajar y no abusar de mi buena suerte, sigiloso como subí, de igual forma bajé. De haber ido acompañado hubiese dejado a mi acompañante abajo, pues los riesgos como este -que son son muy comunes para los fotógrafos apasionados- se justifican solo si la imagen vale la pena o va a surtir un efecto positivo o estético.

Una cosa es correr riesgos uno sólo, donde soy dueño de mi persona y asumo la responsabilidad por mis aciertos y errores. Y otra muy diferente es llevar a que otros los sufran sin saber si están preparados para hacerlo o quieren para hacerlo. Una cosa es ser líder de uno mismo (“el amo a bordo después de Dios…” dijera cierto novelista de temas espaciales) y otra es ser líder de otras vidas bajo tu dirección y responsabilidad.

Terminada la misión, abrí mi mochila para sacar mi dotación de agua, me eché al pasto al pie del cerro a descansar unos 20 minutos, cerré los ojos y dejé que mi mente se relajara, no me dormí aunque hubiese querido, pero con la caricia del viento fresco en mi piel, me acordé de mis amigos senderistas de Veracruz, Paso de Ovejas y Xalapa, esperando que estuviesen viviendo buenas aventuras o teniendo un buen camino como el mío, donde quiera que estuviesen.

Regularicé mediante concentración mental mi respiración, hasta que mi metabolismo y mis niveles de adrenalina se normalizaron y sonreí feliz. No todas mis exploraciones y misiones de investigación se desarrollan tan bien y tranquilas, muchas han sido verdaderos infiernos y desafíos a mi capacidad de adaptación y dar respuesta a los problemas. Pero no me quejo: es parte de la vida del explorador, que es básicamente “enfrentar lo desconocido y sobrevivirlo”.

Como ser humano sensible y gregario ¿Creen que no me hubiese gustado compartir el día y mi camino con una persona muy especial para mi corazón o con mis queridos amigos tan locos como yo?

Reflexioné y me prometí que un día recorrería este campo de batalla por la noche, para tratar de percibir los sonidos de personas, animales, carruajes y cañones que una vez, hace muchos años, me dijeron que se perciben bajo el Puente Nacional o campos de batalla como este, donde murieron cientos de hombres.

Sí, sería una excelente experiencia paranormal si así sucediese.
Ya descansado, me di el lujo de caminar a paso lento el camino real viejo, generalmente mi zancada es de casi un metro y mi velocidad de avance en terreno plano es de 2 a 3 veces más rápida que la de un hombre de mi estatura y complexión. Por esta razón en mis años de estudio en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Veracruzana, me bautizaron con el sobrenombre de “Ventarrón” y otros similares.

REGRESO A VERACRUZ

Regresé a la carretera principal por el camino real nuevo o Carretera Nacional hacia donde pudo hallarse el cuartel general mexicano el 18 de abril de 1847 para captar unas imágenes y después regresé a la carretera 140, caminando hasta la parada de autobuses para abordar uno que me llevase hasta Rinconada, a donde prometí pasar por la tarde.

Hacia las 2:23 PM terminé mi misión del día en Cerro Gordo, pero he de volver en los meses siguientes a continuar mi trabajo y si no, lo visitaremos de todas formas en diciembre cuando bajemos caminando desde Xalapa, pasaremos junto a EL CANGREJO, quizá nos detengamos a comer algo y aprovisionarnos de agua, cruzaremos todo el pueblo y saldremos por el camino real Nuevo hacia Plan del Río, ya que en Cerro Gordo todavía no existen hoteles donde quedarnos a pasar la noche.

En Rinconada visité a mi estimada amiga, la maestra María del Carmen Hernández Díaz, en el restaurante Rinconada. Almorcé y nos pusimos al día en noticias y los proyectos que llevamos juntos, y que por la pandemia no hemos avanzado más. Entre ellos, lo que estoy investigando del marquesado del valle de Oaxaca, del que eran parte La Rinconada y Apazapan en el siglo XVI y dar arranque al proyecto de abrir un Museo de sitio en Rinconada. Aquí se tienen mejores condiciones que en Tolome, donde igualmente estoy trabajando en algo similar, y prometí estar más en contacto y ausentarme menos, para ayudar a que esto se haga realidad y donar para el museo, copia de muchos documentos que he logrado recopilar sobre el origen y la historia de La Rinconada en el siglo XVI y algunos sucesos muy interesantes en las centurias siguientes. Mientras comía, por fin se soltó dos veces la esperada lluvia, prolongada pero ni lejos comparable en volumen e intensidad a las de Xalapa o Veracruz, que llegan a ser verdaderos diluvios de agua.

Ya bien avanzada la tarde y cuando el sol volvió a salir de entre las nubes por última vez en el día, inicié mi regreso a Veracruz, a donde llegué con bien y muy feliz. Descargué las fotos, revisé mis redes sociales, de las que me desconecto en un 70’% cuando hago estas salidas pero sin llegar a aislarme, ya que me guste o no, tengo una serie de responsabilidades que a veces no esperan. Puedo hacerlo y vivir sin conectarme hasta por semanas, porque mi auténtica alegría es comunicarme y compartir lo que vivo en la vida real a través de mi vida virtual. Y no, a diferencia de otras personas, que crean y viven su felicidad en lo virtual y no en la existencia de carne y hueso.

Quizá sea porque soy parte de la generación X y lo digital no es parte de mi vida desde mi niñez y lo adopté como una herramienta más al iniciar mi juventud. O porque como hijo de la constelación de Capricornio, vivo con un pie profundamente anclado en la realidad y otro en sueños que sí son factibles de realizar, aunque tenga que romperme el lomo trabajando y a mis pies les salgan ampollas de tanto caminar de aquí para allá. Y esa actitud, no es señal de que no sea romántico, amoroso, soñador y con una buena dosis de fantasía artística.

Más bien, creo que el fuerte sentido de la realidad es lo que me permite hacer que esa cualidades se expandan como un campo de flores en la primavera. Así puedo ver con un ojo la realidad en su crudeza y soportar los desengaños e ingratitudes que conlleva. Y con el otro, un futuro muy diferente que está a mi alcance si soy lo suficientemente valiente y sensato para construirlo con mis propias manos, sin delegarle a nadie la tarea de forjar mi propia felicidad. Esa es una responsabilidad que solo yo puedo llevar y nadie más.

El pasado queda atrás como esos grandes y pequeños eventos que leo en los libros de historia y de los que procuro extraer siempre una lección y formar una frase que encierre en su significado, ese trocito de sabiduría alcanzado con una “piel de fuego, forjada en el viento y por mil sufrimientos”.

Me despido, queridos amigos, espero no haberles aburrido sus ojos con este larguísimo texto, siento que esta vez escribí más de costumbre (quizá amanecí inspirado por alguna extraña razón). Pero una ventaja de escribir, es que se queda ahí a la vista, para que lo lean mil veces entero, a partes o por pedacitos según lo prefieran, hasta que capten lo que quiero decir.

Que tengan un muy feliz inicio de semana y final del mes de septiembre, con cariño su siempre amigo, Mario Jesús.

¡Benditos sean todos!

* El autor es originario de la ciudad de Veracruz y actualmente es miembro e investigador principal del Comité Organizador de la Batalla de Tolome en 1832, coordinador estatal de cultura para el Estado de Veracruz para la Promotora Nacional de Economía Solidaria (PRONAES), director de Investigación, Análisis y Proyección Históricas para el Proyecto Ruta de Cortés perteneciente al Proyecto México del Consorcio Constructor de Empresas Mexicanas (CCEM), miembro de la Directiva de la asociación cultural México Hispano, director-fundador del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Veracruz-México (EXESCR), miembro del Patronato de la Casa de la Cultura de la Ciudad José Cardel, miembro Historiador en la asociación Cronistas de Veracruz, A. C., y presidente-fundador de la Real Academia de las Artes por la Hispanidad que agrupa a artistas y talentos emergentes de la Península Ibérica y los países de Hispanoamérica.

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