Los defensores de la ciudad de Veracruz en 1914

Texto/Imagen: L.C.C. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias *
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El día 21 de abril de 1914, la ciudad de Veracruz tenia alrededor de 40 000 habitantes y muchos de ellos combatieron repeliendo la ocupación del puerto y los principales edificios por el ejército norteamericano. Esta fuerza al mando del almirante Frank Friday Fletcher, con 3 948 efectivos tuvo el propósito de evitar la llegada de un gran cargamento de armas a manos del ejército federal mexicano en el barco Ypiranga y así apoyar a las fuerzas constitucionalistas de Venustiano Carranza, en su lucha contra el presidente general Victoriano Huerta. Otros objetivos eran ocupar la Aduana Marítima, proporcionar toda la ayuda posible a la población estadounidense en México y tratar a la población mexicana y a la Escuela Naval con la mayor consideración.

No se trataba de una invasión con fines de anexión territorial, como la sucedida en marzo de 1847 sino de una intervención en los asuntos nacionales, que Fletcher comenzó a planear desde el 13 de abril. Las naves comenzaron a llegar desde el 16 de febrero y su presencia, junto a naves de guerra de Inglaterra y España ya ancladas, generó alarma y rumores de invasión en la población -mal informada por sus autoridades y nerviosa por años de guerra desde 1910- que asoció todos los preparativos con una segunda invasión, organizó precarios planes de defensa y respondió en consecuencia a la presencia extranjera.

MARTES 21 DE ABRIL

Por la mañana y sin declaración de guerra, después de un simple aviso telefónico del cónsul estadounidense al comandante militar mexicano, alrededor de las 11:30 AM, marines del USS Prairie iniciaron el desembarco y la ocupación de sitios estratégicos del puerto, ante lo cual las fuerzas militares mexicanas al mando del general Gustavo Maass se retiraron a las poblaciones Tejería y Soledad de Doblado, para evitar mayor derramamiento de sangre y evitar un incidente diplomático y político que diera pretexto a iniciar una verdadera invasión. Que México difícilmente hubiera podido afrontar al estar dividido por las luchas de las diferentes facciones revolucionarias. El comandante Cerisola y la mayor parte de la guarnición de la fortaleza de San Juan de Ulúa también se retiraron, dejándola bajo el mando del coronel Aurelio Vigil.

La lucha inició cuando un policía veracruzano, Aurelio Montfort Villaseñor y Zendejas, disparó en contra de los norteamericanos al verles salir de la Aduana Marítima. Montfort fue muerto al serle respondido el fuego, y su acción desató la lucha de manera extendida y desorganizada. Poco a se fueron sumando más defensores: 100 soldados de 19.º batallón a las órdenes del teniente coronel Albino Rodríguez Cerrillos (solo sobrevivieron 16 de ellos), junto con voluntarios del puerto entrenados por el teniente-coronel retirado Manuel Contreras, los reos liberados y armados (se les conocían como “rayados”) de la prisión militar “La Galera”, algunos miembros de la policía municipal a las órdenes del oficial Laureano López. También algunos centenares de civiles combatieron a los invasores, disparando con sus armas desde ventanas y techos de diferentes edificios, de manera intermitente durante los nueve días que duró la sangrienta batalla urbana, siendo los cuatro primeros los de mayor resistencia.

Poco antes de las 12 de la mañana comenzó el tiroteo entre ambas escuadras en Veracruz, los marinos mexicanos atacaron a los norteamericanos. Alrededor de las 3:00 PM ya se habían capturado los edificios de la Aduana, Muelles, Estación de Ferrocarril, Cable, Telégrafo, Correos, Consulado, Planta de Luz. Pero estaban expuestos al fuego desde la Escuela Naval, el Nuevo Mercado, algunos pequeños barcos en los muelles, el Palacio Municipal, la torre del campanario de la Parroquia, y los techos del Hotel Diligencias y de otros edificios en la Plaza Constitución.

Fletcher, por mediación del cónsul William Canadá, intentó negociar un armisticio para evitar el bombardeo a la ciudad. Pero no halló al general Maas ni autoridad con rango para lograrlo y parar la batalla. Al caer la noche suspendió las operaciones. Los cadetes de la Escuela Naval al mando del comodoro Manuel Azueta, repelieron un desembarco de lanchones de abastecimiento. Pero habiendo revelado sus ubicaciones, unos pocos disparos de los cañones de medio calibre del USS Prairie pronto los silenciaron, terminando la resistencia desde este edificio.

MIÉRCOLES 22 DE ABRIL

La batalla urbana se intensificó pues los norteamericanos desembarcaron nuevas fuerzas y esta vez ocuparon la Escuela Naval ahora defendida por soldados y “rayados”, pues los cadetes se habían retirado la noche anterior. La resistencia por los civiles mexicanos y pocos militares continuó pero disminuyendo en intensidad por las bajas causadas.

JUEVES 23 DE ABRIL

El almirante Fletcher estableció su cuartel general en el Hotel de la Terminal y se dedicó a la difícil tarea de restaurar el gobierno de la ciudad. Aunque la mayor parte estaba ocupada, todavía numerosos francotiradores hostigaban a sus hombres y se habían dado muchos actos de resistencia al ocupar las casas y expulsar a los mexicanos que persistían en una actitud beligerante.

VIERNES 24 DE ABRIL

La población comienza a sufrir hambre al desorganizarse el abastecimiento de alimentos y estar los hombres dedicados a combatir. Cada vez son menos los defensores.

DEL SÁBADO 25 AL JUEVES 30 DE ABRIL

Al puerto siguieron arribando naves de guerra de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y España, alimentando así erróneamente la creencia de una nueva invasión territorial como la de 1847 y la de 1862. Pero la resistencia civil terminó al arribar el ejército de ocupación, el “US Army 5th Reinforced Brigade”, comandado por el General Frederick Funston, que relevó a los a marinos y a la infantería de marina de sus labores en Veracruz. El día 25, aeroplanos del USS Mississippi habían sobrevolado la ciudad y el puerto haciendo labores de reconocimiento y registro fotográfico.

El ejército mexicano no trató de recuperar la ciudad de Veracruz mientras los dos gobiernos entraban en negociaciones. La ocupación por el ejército norteamericano duró del 30 de abril al 23 de noviembre de 1914, sin avanzar al interior del país. Pero en todos esos meses, la población desde muchos sectores de profesiones y oficios como la docencia y el comercio reaccionó en contra de las leyes impuestas, haciendo guerra de nervios, guerrilla urbana y haciéndoles pagar un alto precio a los ocupantes.

Este episodio de la historia de México se saldó con aproximadamente 172 militares y 150 civiles muertos, más 250 heridos por el lado mexicano. Los estadounidenses contabilizaron 92 perdidas (22 muertos y 70 heridos).

El secretario de Marina de los Estados Unidos Josephus Daniels, ordenó en 1914 la premiación de 56 de sus combatientes en esta batalla de 9 días con la condecoración Medalla de Honor. Por su parte, hasta 1948 a la ciudad y puerto de Veracruz le fue conferida su cuarta denominación de Heroica, después de la resistencia al bombardeo español y ocupación de la fortaleza de San Juan de Ulúa entre 1823 y 1825, a la intervención armada francesa en 1838 y a la invasión norteamericana en 1847 que dejó muy destruida la ciudad.

CONSIDERACIONES HISTÓRICAS

El historiador Isidro Fabela describe el por qué el ejército dejó la ciudad en su HISTORIA DIPLOMÁTICA DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA (1912-1917) publicada en 1962:

“La ciudad heroica sostenía el empuje del bárbaro enemigo con un valor espartano, mientras que el general Gustavo Adolfo Maas, comandante militar del puerto, con inmenso júbilo acataba las órdenes de retirarse a lugar seguro, por no contar con suficiente fuerza, ni estar la ciudad preparada para resistir el ataque.

Sobre tal hecho debemos puntualizar este antecedente histórico: el general Fletcher, comandante en jefe del ejército intervencionista, antes de efectuar el desembarco de sus infantes de marina y del bombardeo que le siguió al iniciarse la resistencia de los cadetes de la Escuela Naval y del pueblo veracruzano, mandó al cónsul Canada que entrevistara al general Maas, a quien informó que los soldados de marina iban a desembarcar para ocupar la aduana y que solicitaba su ayuda a fin de evitar una destrucción innecesaria; Maas le dijo que esto era imposible.

Sin embargo, como a las 14:30 el general Maas se retiró de Veracruz y puso su base en Tejería.

Pero no sólo abandonó el puerto, dejando al pueblo veracruzano a su suene, sino que rindió a la superioridad un parte falso que transcribimos porque es preciso establecer claramente la verdad histórica”

De acuerdo a su criterio. determina la responsabilidad:

“Lo cual quiere decir que estando dicho jefe federal dispuesto a hacer resistencia, al declararle a Canadá que le era imposible hacer lo que le pedía, debe haber recibido órdenes de Huerta para abandonar el puerto sin combatir, como lo hizo. En tal virtud toda la responsabilidad de la actitud del general Maas recae sobre Victoriano Huerta, pero lo que sí es de la exclusiva responsabilidad del general Maas es la de haber rendido un parte oficial inexacto, porque fue un hecho público y notorio en Veracruz que los únicos defensores del puerto fueron los alumnos de la Escuela Naval, exhortados por el capitán de fragata Rafael Carrión, director de dicho plantel, y por el comodoro Manuel Azueta, por los soldados del coronel Manuel Contreras, por el pueblo veracruzano y por los soldados federales que se negaron a obedecer a su superior”

Acerca del tamaño de la armada estadounidense que se movilizó a Tampico, Veracruz y los océanos Atlántico y Pacífico:

“Haciendo un total de sesenta y cinco buques, seiscientos noventa y cinco cañones y veintinueve mil cuatrocientos setenta y tres hombres.

Al leer esta lista de unidades navales de los Estados Unidos con su abundante equipo de cañones y marinos guerreros, nos preguntamos con un sentimiento mezclado de sorpresa e indignación: ¿Por qué ese alarde extraordinario de fuerza contra unos puertos desartillados y prácticamente indefensos? ¿La intención del gobierno de Washington era no sólo ocupar el puerto de Veracruz sino avanzar al interior del país, en son de conquista?”

Del posible número real de sus bajas:

“El almirante Fletcher la llamó una gloriosa batalla. Durante los combates murieron 230 mexicanos.

Nunca se pudo precisar el número de las bajas de los norteamericanos, pero se calcularon, conservadoramente, en 250.

La versión de Palomares da un número mayor de víctimas, tanto de nuestros compatriotas como de los invasores. Palomares dice:

Se calcula que entre muertos y heridos de los mexicanos había menos de 300 víctimas, mientras que los invasores, a medida que iban recogiendo sus muertos, los amontonaban en el muelle de sanidad para conducirlos a la isla de Sacrificios, donde los incineraban, según unos; otros informan que fueron arrojados al mar, embalsamando únicamente once cuerpos de jefes, los que fueron enviados a los Estados Unidos para entregarlos a sus familiares en los distintos puntos donde residían.

El estimable español don Celedonio Nachón, quien residía en la ciudad de Jalapa, Veracruz, tres años más tarde de la invasión, al invitarme cierta vez a su casa, en la sobremesa -dice Palomares- me mostró una interesante fotografía que ostentaba una pirámide macabra, formada por más de ochocientos muertos yanquis. Esta fotografía lograda por un artista mexicano causó la muerte de su autor al ser tomada, pero la viuda, al recoger el cadáver reclamó la cámara, salvándose la negativa, obsequiando una fotografía, la viuda, al señor Nachón”

Y del por qué, si acaso hubo la intención, no se trató de aprovechar la intervención para conquistar México:

“A juzgar por los hechos consumados de acuerdo con las órdenes del Presidente Wilson y de los secretarios de Estado y de Marina de la gran potencia nórdica, es evidente que no, puesto que después del agravio a Veracruz el ejército norteamericano no avanzó tierra adentro en la República, como pudieron haberlo hecho en los primeros momentos posteriores a la invasión. Pero así como tenemos este convencimiento, tenemos este otro: que muchos elementos de gran influencia en los Estados Unidos sí pensaron que ése era el momento propicio para apoderarse de México, esto es, de realizar su gran designio desde hacía mucho tiempo atrás acariciado como algo indispensable a su política de absorción continental, según lo expondremos un poco más adelante.

En consecuencia, si en aquel entonces nos salvamos de una intervención general en nuestro país y quizá de una nueva guerra de conquista como la de 1847, fue inconcusamente por la voluntad de Woodrow Wilson que no quiso llevar a esos extremos sus crasos errores políticos.

Según Ray Stannard Baker, el Presidente declaró a la prensa:

… en ninguna circunstancia concebible pelearemos contra el pueblo mexicano.

Es más, al general Sandler, que le ofreció sus servicios para el caso de guerra, le contestó de su puño y letra esta declaración definitiva:

No va a haber guerra.

Entonces quiere decir que el objeto de aquellos actos inconsultos, antijurídicos, inhumanos y antiéticos llevados a cabo en nuestra patria por órdenes expresas del Ejecutivo estadounidense era doble, el de evitar que Huerta recibiera las armas y pertrechos que el Ypiranga llevaba para él y el de que dicho delincuente político y del orden común dejara el alto cargo que había usurpado y saliera de nuestro país. Así lo creemos, no sólo porque los hechos históricos así lo demuestran, puesto que las tropas yanquis no pasaron de Veracruz, como ya hemos dicho antes, sino porque una vez que Victoriano Huerta abandonó el país, el ejército invasor, después de las reiteradas gestiones del Primer Jefe Carranza, abandonó nuestro primer puerto que fue ocupado por las fuerzas al mando supremo del general Cándido Aguilar, el 23 de noviembre de 1914”

¿CUANTOS FUERON LOS DEFENSORES?

Dado que se trató de una batalla urbana de 9 días de duración con 4 de alta intensidad combativa y números inciertos de militares y civiles nacionales y extranjeros registrados o no, nunca se conocerá realmente el número exacto y sus identidades. Se considera que fueron cientos y muchos nombres han sobrevivido en la tradición popular a través de monumentos, placas, fotografías, relatos y homenajes militares.

Muchos nombres están inscritos en el Monumento a “Defensores de Veracruz en 1914” en la ciudad de México, ubicado en el cruce de la Avenida Veracruz con la calle de Cuernavaca (cerca de la esquina con la calle de Acapulco).

En el año 2014, se reconoció gracias al esfuerzo de la población y la presión en redes sociales, que fue la población civil y no las fuerzas armadas, la que en número y acciones llevó la mayor parte de la acción de resistencia contra los norteamericanos en los meses de ocupación. Sin que esto constituya deshonor y menor reconocimiento al heroísmo de los militares de mar y tierra que decidieron quedarse a combatir junto a los también heroicos hombres y mujeres civiles, por lo que creyeron el 21 de abril de 1914, era una invasión contra la soberanía nacional como la experimentada en 1847 y que aún seguía fresca en la memoria del pueblo veracruzano.

Es de resaltar, que no solo combatieron mexicanos sino también españoles y miembros de las diversas comunidades extranjeras (italianos, franceses, libaneses entre otras) asentadas en México y que arraigadas en la ciudad de Veracruz, tomaron las armas para defender sus hogares y la tierra que les dio asilo, refugio y asentamiento permanente. Muchos estaban de paso en Veracruz y se vieron atrapados por las circunstancias, eligiendo tomar bando por los mexicanos. En los anteriores combates del siglo XIX y especialmente en 1847 y de 1862 a 1867, los españoles radicados en México no solo tomaron las armas contra los norteamericanos sino que también lideraron grupos de guerrilleros que causaron tantas o más bajas que el ejército nacional. Nombres como los del sacerdote español Celedonio Domeco de Jarauta, nacido en Malón, provincia de Zaragoza, España, que se convirtió en legendario azote de los norteamericanos en el camino nacional entre Veracruz y Xalapa. Y el general Nicolás de Régules Cano, nacido el 10 de septiembre de 1826 en Quintanilla Sopeña, Merindad de Montija, en la provincia española de Burgos, que sirvió a México desde 1846 hasta 1882, alcanzando los más altos honores militares, fue gobernador de Michoacán y también azote de los conservadores de Miguel Miramón, invasores franceses y de Maximiliano de Habsburgo.

También se registraron numerosos actos de valor por parte de adolescentes y mujeres de diversos extractos sociales: las que acompañaban a sus hombres y tomaban las armas al caer estos, esposas y parejas de los “Rayados”, madres y esposas de padres de familia, incluso las pertenecientes a los oficios despreciados socialmente como la prostitución.

Todo esto prueba que el valor y el patriotismo no tienen nacionalidad, profesión, edad o género. Y es esa universalidad contribuye a realizar las tan necesarias paz, hermandad y fraternidad tanto entre los individuos como entre las naciones.

Participando en diversos trabajos de investigación entre 2013 y 2014, el Lic. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias, nacido en la ciudad de Veracruz e hijo de marino militar, recopiló de diversas fuentes civiles y militares así como de la tradición popular, esta vasta lista de nombres e hizo un extenso trabajo de registro fotográfico de placas y monumentos asociados a esta gesta heroica, misma que dio a conocer en varias conferencias dentro y fuera de su ciudad:

TENIENTE-CORONEL RETIRADO MANUEL CONTRERAS. Al presentarse la fuerza norteamericana en la esquina de Morelos y Emparan fue recibida por la descarga de un pequeño grupo de voluntarios comandados por él. Los que pecho a tierra esperaban a la fuerza enemiga en la esquina de Independencia y Emparan. Desde ese momento los invasores rompieron el fuego cubriendo con sus disparos de fusilería y ametralladoras toda la trayectoria de las calles que dominaban, y aunque de manera muy débil e intermitente, por falta de jefes y oficiales federales, el fuego continuó incesante. Contreras, ya retirado del ejército, se convirtió en el alma de la defensa civil con los hombres que había entrenado. Muchos de ellos eran presos sacados de la cárcel civil, sentenciados y procesados de la prisión militar de Veracruz y San Juan de Ulúa.

ANDRÉS MONTES CRUZ. Maestro carpintero. Pertenecía al Cuerpo de Voluntarios de Veracruz. A la hora del desembarque de los primeros soldados de infantería de Marina, corrió a las puertas de las galeras de la Prisión Militar y reclamó su arma y parque y marchó con la pequeña columna a mis órdenes. Al llegar al Portal de la Parroquia, como salieran los primeros grupos, Montes tomó el mando de uno, y así llegó hasta la esquina de Hidalgo y Lerdo a donde vivía su familia y según refieren los que lo acompañaban, los abandonó por unos instantes para irse a despedir de su esposa y de sus hijitos, a quienes escribió en una botica una especie de testamento, regresó en seguida, dirigiéndose con los suyos por las calles de Arista, para entrar en las de Zaragoza, pues según se le había ordenado, que perdiera el contacto con las fuerzas que defendían los portales y calles inmediatas, para que él y los suyos prestasen su contingente en los puestos menos defendidos. Habían pasado dos horas cuando un paisano del grupo de Montes regresó con la noticia de que Montes se encontraba gravemente herido. Se nombró una pareja de voluntarios en la que iba Víctor Velasco y en un catre que proporcionó la casa comercial “La Norma”, fue conducido casi moribundo al Hospital Militar, donde lo recibió el doctor Arcadio Ojeda. Estos hechos pasaban como a las siete de la noche del 21 de abril. Instantes después falleció el patriota Montes Cruz, enviándose su cadáver con otros al Hospital de San Sebastián.

AURELIO MONFORT. Gendarme municipal. Murió heroicamente en la esquina de Lerdo y Morelos donde se encontraba de servicio en los momentos en que vio salir de los patios de la Aduana a las primeras columnas de soldados norteamericanos. Monfort inmediatamente empuñó su pistola y comenzó a disparar sobre los invasores, quienes al verse atacados por el policía, le hicieron una descarga cerrada y lo acribillaron materialmente a balazos. A no dudarlo, este heroico gendarme fue el primero que disparó contra el enemigo y el primero en morir por la Patria en mano de los norteamericanos. El cuerpo de este patriota quedó tirado con la cabeza sobre la banqueta correspondiente a la cantina “La Flor de Lis”, siendo recogido hasta el día 22 a las tres de la tarde en compañía de otros buenos mexicanos que murieron el día 21 y que fueron enterrados en número de dieciocho en una zanja que se abrió en la playa Norte. En dicho lugar se colocó primeramente una cruz de madera pintada de negro y más tarde una estatua de yeso a la que el pueblo llamaba “La Mona” y que después se supo tenía una original historia. Parece que dicha estatua cuando fue introducida al país causó, por concepto de impuestos, una cantidad insignificante; pero un “vista” muy perspicaz y conocedor de la misión que tenía encomendada, descubrió que la citada estatua ocultaba en su interior objetos considerados como contrabando, demostrándose al romper un brazo de la escultura que el “vista” no se había equivocado en sus presunciones, pues del brazo mutilado cayeron relojes, sortijas, cadenas y otros muchos objetos de joyería barata. Una vez extraídos todos los objetos de contrabando, la estatua fue abandonada en uno de los departamentos de la Aduana, pero el autor de estos apuntes, recordando la existencia de dicha estatua y con el deseo de que no se perdiera el lugar en que yacían los restos de los primeros muertos por las balas de los invasores, comisionó a uno de sus compañeros para que “La Mona” fuese colocada en el lugar que marcara el último lecho de aquellos patriotas. Hasta la fecha, dicha estatua, existe en ese sitio.

BENJAMÍN GUTIÉRREZ RODRÍGUEZ. Teniente. Fue herido en la calle del Cinco de Mayo como a las dos de la tarde, y como su herida no presentaba caracteres de gravedad, una vez que fue atendido en la Cruz Roja, regresó al sitio donde había sido lesionado para seguir combatiendo. No debe pasarse inadvertido que este patriota se encontraba enfermo de la vista a causa de padecer diabetes. Ya por la tarde solicitó y se le dieron como cuarenta hombres entre presos y “rayados” y con ellos se fue rumbo a la Plazuela de la Campana, y sólo habrían pasado dos horas, cuando llegó uno de los voluntarios a dar parte que el teniente se encontraba herido de gravedad. Por este motivo mandé a unos hombres para que a mi nombre pidieran en la casa de los señores Deschamps, que facilitaran un catre para conducirlo al Hospital de San Sebastián, en donde falleció pocos días después.

CRISTÓBAL MARTÍNEZ PEREA. Este héroe, pocos momentos antes de que desembarcaran los primeros invasores, al tener conocimiento de que iban a invadir el puerto, tomó un coche de los de alquiler abordándolo con su joven esposa -pues que apenas si tenía unos cuantos meses de haberse casado- ya en el vehículo se dirigió a los malecones por el lado del embarcadero de Sanidad; tomó después una lancha dirigiéndose al vapor “Carlos V”, en donde dejó a su esposa, regresando a su casa habitación situada en la esquina de Emparan, casi al frente de las oficinas de Correos y Telégrafos. Cuando los primeros soldados yanquis de la infantería de marina salieron de los patios de la Aduana Marítima, pretendiendo avanzar hacia el centro de la ciudad, el señor Martínez Perea, desde los altos de su casa les hizo nutridos disparos. Cuando los yanquis se dieron cuenta del lugar de donde salía el fuego que les había causado numerosas bajas, comenzaron a hacer descargas cerradas directamente a los balcones de su casa. Entonces el referido señor Martínez Perea dejó aquel lugar y se fue con dos carabinas y mucho parque a la azotea, lugar estratégico donde los invasores no podían hacer ningún blanco; pero dominando desgraciadamente la zona Norte, ascendieron a las azoteas de la calle inmediata, precisamente al edificio del Consulado norteamericano, de donde ya pudieron cazar al señor Martínez Perea, quien recibió un balazo en la cabeza que le destrozó el cráneo. Así acabó la vida de este gran patriota que sólo era mexicano por haber nacido en Veracruz, pues su padre fue español.

GILBERTO GÓMEZ Y ANTONIO FUENTES. Estos jóvenes, el primero de diecinueve años y de veintidós el segundo, pertenecían al Cuerpo de Voluntarios, el día 21, al invadir la ciudad los norteamericanos, fueron a las galeras de la Plaza, donde solicitaron armas y parque. Una vez armados, marcharon conmigo hasta los Portales de la Parroquia y Diligencias, donde permanecieron luchando todo aquel día hasta la noche que se retiraron con otros voluntarios que lo solicitaron, no pudiendo llegar a su casa esa noche, ignorándose los motivos. A la mañana siguiente, el 22, la madre de uno de ellos, señora Julia Méndez viuda de Gómez, salió a recibirlos en momentos en que una pareja de soldados norteamericanos los perseguía y como al entrar a su casa, sus perseguidores ya los habían perdido de vista, preguntaron por ellos a un paisano y éste los delató, indicándoles a los invasores la casa en que se habían refugiado dos individuos armados. Con las señas dadas llegaron los soldados hasta la puerta en donde dispararon sus armas y una vez en el interior, ya heridos Gómez y Fuentes, fueron asesinados a marrazos, dejándolos muertos en presencia de la angustiada madre de Gómez y madre adoptiva de Fuentes, pues que lo había criado, la que presa de cruel y acerbo llanto, los tendió en medio de su humilde cuarto. A la cuatro de la tarde, unos vecinos le ayudaron para abrir una zanja en los patios del Ferrocarril y allí fueron sepultados los dos cadáveres. Cuenta doña Julia que los invasores pretendieron quemarlos, pero que ella se opuso. En el lugar en que dichos héroes quedaron sepultados, la gratitud de algunos buenos veracruzanos, mandó levantar una pequeña columna que los recuerda. En el Hospital de San Sebastián de la ciudad de Veracruz, en aquellos aciagos días, desempeñaba el puesto de administrador, el señor doctor don Manuel Valdés y refería todavía hace pocos años, que habiendo recibido el día 21 y el 22 de abril, muertos por las balas explosivas de los yanquis, setenta y dos hombres y una mujer y por el estado de descomposición en que se encontraban los cuerpos, tuvo necesidad de mandar abrir en el segundo patio del edificio, una fosa de trece metros de largo y de metro y medio de profundidad, siendo colocados en ella los cuerpos de setenta y tres personas. Casi la mayoría de las personas al serle entregadas estaban desnudas. Por los datos del doctor Valdés Díaz se ha sabido que fueron enterradas en aquel lugar; pero no pudieron ser identificados los cuerpos, por lo que sus nombres quedaron ignorados, resultando que fueron muertos en combate defendiendo la Patria y, por lo mismo, pertenecen a los héroes anónimos.

JORGE ALASIO PÉREZ. Falleció el día 22 de abril en el Hospital de San Sebastián. Pérez, que era cadete del 18° Batallón, en la tarde del día 21 fue puesto bajo su mando un grupo de voluntarios y “rayados” para que se unieran a otras fracciones que se encontraban defendiendo las calles del Cinco de Mayo, Francisco Canal, Hidalgo y Guerrero. El cadete Alasio Pérez recibió órdenes precisas de replegarse al oscurecer, pero se ignora por qué no lo hizo y muy al contrario se internó tan cerca de la zona peligrosa ocupada por el enemigo, que se vio precisado a ocultarse en una casa situada en las calles de Benito Juárez. Al amanecer salió de dicha casa, pero al atravesar las bocacalles de Francisco I. Madero y Lerdo, recibió un balazo que lo hizo caer gravemente herido y hubiera allí continuado en el más completo abandono si no hubiera sido porque un caballero de nacionalidad española lo recogió y lo llevó a su casa, trasladándolo poco después al Hospital de San Sebastián para que se prestaran al lesionado los cuidados que su grave estado exigía. Desgraciadamente, cuantos auxilios se prestaron a Alasio Pérez, resultaron inútiles, pues el mismo día 22 de abril falleció, habiendo reclamado su cadáver el señor don Javier Troncoso y rodeándose de misterio lo velaron en el domicilio de dicho señor, para sepultarlo el día 23 a las tres de la tarde en humilde fosa del panteón veracruzano.

JOSÉ AZUETA. Pertenecía a la arma de artillería y estaba comisionado para dar instrucción de ametralladoras a los batallones 18° y 19°, de guarnición en el puerto. Azueta resultó gravemente herido cuando con un valor espartano detenía la avalancha de invasores que luchaban por adueñarse de la ciudad, causando a los intrusos un buen número de bajas. Azueta se encontraba franco el día de la invasión; pero al notar la presencia de los yanquis, fue al cuartel por una ametralladora, situándose en las calles de Landero y Cos y Esteban Morales, frente a frente de la Escuela Preparatoria.

VIRGILIO URIBE. Muerto en el interior de la Escuela Naval Militar al salir a una de las ventanas de la planta alta del edificio; cuando pretendía colocar un cargador de parque en su arma, recibió una bala en la frente que lo privó de la vida instantáneamente y cayó en brazos de su compañero Carlos Meléndez.

ALEJANDRO SÁNCHEZ (EL PELÓN). Zapatero que estuvo a las órdenes del coronel Contreras y los “rayados”. Narran que, durante el combate, Alejandro Sánchez, robó un saco de monedas de oro a los estadounidenses. Ese dinero lo donó para la construcción de una escuela y para el área de maternidad de la Cruz Roja Veracruz, en la actualidad ambas llevan su nombre. Ese dinero también lo ocuparía para construir su tumba aún en vida, fue él quien hizo el diseño y mandó a traer los talaveras hasta Puebla. En su fachada se pueden ver las iniciales A. S y debajo de esas letras una leyenda que dice: “La hora más hermosa de la vida es cuando el espíritu se independiza de la materia y emprende el viaje hacia lo infinito”.

DEFENSORES HERIDOS DE QUIENES HUBO CONOCIMIENTO EL 21 DE ABRIL DE 1914:

Abelardo García, Alejandro Gutiérrez, Fidencio Morales, Francisco Flores, Manuel Mora (gendarme), Jesús Medina, Jesús Muñoz, Juan Escalera (ligeramente herido en una mano), Juan Francisco Méndez,
Juan Mejía, Santiago Santa Ana (oficial de marina), José flores, José Joachin (subteniente), Apolinar Mata, Eligio Moctolongo (de nacionalidad italiana), Luis Carrera (herido sin combatir), Mercedes Colón (herida por accidente), Félix Bautista, Félix Ortega y Francisco Hernández.

SOLDADOS, MARINOS Y GENDARMES

Alberto López, Alejo Ruíz, Constancio Melchor, David Neri, Eleuterio Riegos, Ernesto Alfonso, Francisco Romero, Genaro García (gendarme), Isidro Maya, Juan Enríquez Lara, Juan palacios, Juan Sabino, Julio Montelete, Lauro Martínez, Luis Martínez (segundo), Manuel Salazar, Laureano López (oficial de gendarmería), Pedro Rodríguez, Petronilo Bazán, Albino Morales (detenido), Wenceslao Ruiz, Benito Briseño, Cirilo Cruz, Juan Morales, Ramón Bernal y Conrado Rodríguez (teniente).

PROCESADO EN LA CÁRCEL

Ángel Cortés.

SENTENCIADOS

Carlos Fernández, Juan Lara, Julián Espinosa y Sara Aguirre.

CIVILES

Antonio Alarcón, Antonio Torres (días después murió en el Hospital de San Sebastián), Antonio Villegas (español), Areceño Rodríguez, Baltasar Aguilar, Charles Jones (herido sin pelear), Eduardo Apolinar, Emilio Cortés, Emilio Pardé, José Sierra (español), Eustaquio Pifaner, Francisco Rojas Rivera, Heriberto Téllez Flores, Hipólito Rojas (herido en un pie), Jacinto Rodríguez, Joaquín Olano, José Ferrer, Juan Navarro, Juan Neri, Lorenzo Ferrara, María Valderrama, Mario Pérez, Martín Echevarría, Nemesio Vázquez.
Regino Ojeda, Salomón Ávila Grajeda, Asunción Rivera (señora), T. F. González y Vicente Terán.

PRISIONEROS HECHOS POR LOS NORTEAMERICANOS ENTRE EL 22 Y 24 DE ABRIL DE 1914

CARLOS MINVIELLE. propietario de fincas urbanas, fue acusado de que junto a su domicilio salieron muchos fogonazos, por lo que los invasores supusieron que fueron disparos contra ellos y los que causaron varias muertes.

LICENCIADO ISIDRO GUERRERO. Que en esos días desempeñaba el puesto de Agente del Ministerio Público, y quien fue conducido preso en medio de un pelotón de tropa armada.

ALEJANDRO SÁNCHEZ ALVARADO. En virtud de una acusación hecha ante los norteamericanos, por los pasajeros del Hotel Diligencias Nuevo, habiendo sido poco tiempo después puesto en libertad, por la intercesión de varios comerciantes.

El mismo día 22 fueron conducidos a la Casa Redonda diez hombres del pueblo, de los cuales no se volvió a saber, presumiéndose que fueron asesinados por los norteamericanos.

El teniente-coronel Manuel Contreras, director de la institución “Voluntarios de Veracruz”, en años posteriores a 1914, escribió sobre los hombres con los que integró su columna, aquellos junto a los que combatió y los que vio tomar las armas en esos días de refriega:

“Cien soldados del 19° Batallón a las inmediatas órdenes de su teniente coronel Albino Rodríguez Cerrillos.

Los sentenciados y procesados de las prisiones de la Fortaleza de San Juan de Ulúa, a quienes fui a recoger para pasarlos a las galeras de esta ciudad de Veracruz el día 20 del mismo mes de abril, a quienes armé con los fusiles de los Voluntarios que tenía en mi poder de orden de la Secretaría de Guerra y Marina.

Los procesados y sentenciados de las mismas galeras de Veracruz de las que yo era su jefe. Los voluntarios que tenía a mis órdenes como director de la institución “Voluntarios de Veracruz”.

Los paisanos que espontáneamente pidieron armas y parque para batir al invasor.

Algunos miembros de la policía municipal a las órdenes del oficial de policía Laureano López.

Algunas mujeres de los sentenciados que acompañaban a sus maridos y que al morir estos hombres, ellas tomaban al arma y el parque para seguir combatiendo.

Numerosos españoles que dispararon sus armas haciendo puntería desde las azoteas sobre los invasores, causándoles muchas bajas. Un capitán de apellido Troncoso que estaba en Veracruz haciendo uso de licencia”

Y escribió en forma particular sobre algunos de ellos:

“Agustín Gallo, quien parece que también era militar, y que se encontraba de paso en el puerto.

Los reos políticos Diego Montoya, José María Pereda y Manuel Izunza Medina”

Y proporcionó una larga de lista de los defensores que conoció o recordaba años después:

“Alejandro Sánchez, Aquiles E. Castro, Belisario Becerra, Carlos H. Salas, Enrique García Jurado, Fernando Arenas, José Flores, José Gilés, Juan P. Sáenz, Librado Manrique, Magdalena García de la Cadena, Pedro Cruz, Salomé Córdoba, Salvador Fernández de Lara, Samuel Cárdenas, Agapito Romero, Benito (expósito de nacionalidad española), Ciriaco flores (quien el 21 de abril sacó de los patios todas las máquinas del Ferrocarril Mexicano), Emilio Contreras (que hoy es un honrado comerciante en Puebla), Francisco Irigoyen, Francisco y Humberto de Anda, Jesús Medina, Joaquín Silva, licenciado Isidro Guerrero, Nicolás Cruz, Pablo Huerta, Rafael Ventura, Raúl Luna, Víctor Velasco (sargento en aquel entonces), el teniente coronel Manuel Izunza Medina y Vicente Esqueda”.

* El autor es originario de la ciudad de Veracruz y actualmente es miembro e investigador principal del Comité Organizador de la Batalla de Tolome en 1832, coordinador estatal de cultura para el Estado de Veracruz para la Promotora Nacional de Economía Solidaria (PRONAES), director de Investigación, Análisis y Proyección Históricas para el Proyecto Ruta de Cortés perteneciente al Proyecto México del Consorcio Constructor de Empresas Mexicanas (CCEM), miembro de la Directiva de la asociación cultural México Hispano, director-fundador del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Veracruz-México (EXESCR), miembro del Patronato de la Casa de la Cultura de la Ciudad José Cardel, miembro Historiador en la asociación Cronistas de Veracruz, A. C., y presidente-fundador de la Real Academia de las Artes por la Hispanidad que agrupa a artistas y talentos emergentes de la Península Ibérica y los países de Hispanoamérica.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fabela, Isidro. Documentos históricos de la Revolución Mexicana. Revolución y Régimen Constitucionalista Tomo II. Editados por la Comisión de Investigaciones Históricas de la Revolución Mexicana. Fondo de Cultura Económica, México, 1962.

Gobierno del Estado de Veracruz, La heroica defensa de Veracruz en 1914, Gobierno de Veracruz, Jalapa, 1964.

Pasquel, Leonardo, La invasión de Veracruz en 1914, Editorial Citlaltépetl, México, 1976.

Secretaría de Marina-Armada de México, Gobierno del Estado de Veracruz, De la intervención diplomática a la invasión armada: México frente a Estados Unidos durante 1914, Secretaría de Marina, México, 2014.

Secretaría de Marina-Armada de México, La invasión a Veracruz de 1914. Enfoques multidisciplinarios, Impresora y Encuadernadora Progreso, México, 2015.

Secretaría de la Defensa Nacional, Secretaría de Marina-Armada de México, Las fuerzas armadas ante las intervenciones extranjeras, Secretaría de la Defensa Nacional, México, 2016.

Ulloa, Berta, María Larrazolo y Abel Juárez, Veracruz, capital de la nación (1914-1915), El Colegio de México y Gobierno del Estado de Veracruz, 1986.

REFERENCIAS ELECTRÓNICAS

Memoria Política de México. 1914 Veamos ahora cómo se llevó a cabo la invasión del puerto veracruzano. Isidro Fabela. Abril 21 de 1914:

https://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/6Revolucion/1914-IVEU-IF.html

Centenario. Reseña histórica del 21 de abril:

https://centenario21abril.gob.mx/21abril.html

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