El 6 de enero pasado, mientras en muchos hogares los niños disfrutaban alegremente por los regalos de los reyes magos, una muy lamentable y triste noticia empezó a circular. El hogar de una familia xalapeña fue allanado y una pareja de adultos de la tercera edad que ahí vivía, fue terriblemente agredida. El saldo que quedó fue el de una mujer brutalmente asesinada a golpes y su esposo con heridas mortales, así lo reflexiona el padre José Manuel Suazo Reyes, vocero de la Arquidiócesis de Xalapa.
LA GRANDEZA DE ESTAR BAUTIZADO
Este domingo, en la liturgia de la Iglesia Católica, celebramos el bautismo de Jesús y con ello se cierra el periodo de la navidad. El bautismo de Jesús es un signo más que manifiesta el misterio de la encarnación. Jesús no tenía necesidad de ser bautizado ya que él es Santo y es el Hijo de Dios por naturaleza; su bautismo se presenta entonces como un signo de su inserción en la realidad humana, una forma más de solidarizarse con el ser humano, herido por el pecado para elevarlo a la dignidad de hijo de Dios, expone en el comunicado dominical religioso.
Con el bautismo, Jesús nos ofrece un anticipo de su misterio pascual. El signo de sumergirse en el agua y surgir de ella es una señal que anticipa su muerte en la cruz y su resurrección. En la cruz Jesús carga sobre sí los pecados de todos los seres humanos, los pagará con su vida y nos dará la posibilidad de una vida nueva.
En el bautismo de Jesús, es el mismo Padre celestial quien presenta a su Hijo: “tú eres mi hijo, el predilecto; en ti me complazco”. Esta expresión nos recuerda uno de los cantos del siervo sufriente del profeta Isaías que dice así “he aquí a mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco” (Is 42, 1). De esta manera, a imagen del siervo sufriente, Jesús viene presentado como el hijo único de Dios, como el mesías prometido que llevará a cabo su misión en el mundo asumiendo el sufrimiento y la humillación de la Cruz para echar sobre sus espaldas los pecados de la humanidad. El bautismo de Jesús nos revela entonces su identidad y su misión salvífica.
Estamos viviendo momentos de mucha obscuridad que están generando incertidumbre, temores y miedo a la gente. A las amenazas de la llegada de una cuarta ola de COVID, ante la que no estamos blindados, se agrega ahora un ambiente de horror y de muerte que deja una estela de dolor, luto e indignación. Los afectados siguen siendo los ciudadanos. Las familias temen por sus hijos y los hogares se sienten en la orfandad.