Día de los fieles difuntos

Juan Alberto Hernández Ortiz

 Como cada año, hay el en ambiente un aire especial al menos en la capital veracruzana, el clima ha mutado en una especie de  taciturna y minúscula llovizna, hace un poco de frío; sin embargo, la actividad en los mercados se intensifica proporcionalmente a la de muchas oficinas, escuelas, y de más centros de trabajos y hogares: se trata de la confección del altar de muertos, tradición que data de tiempos prehispánicos. Con la llegada de los españoles y la evangelización de los indígenas, la costumbre no sólo cambió sino que se nutrió de algunos otros elementos que hoy en día perduran.

En muchos lugares se hace un concurso de altares, y para ello se comienza por decidir el tipo de altar que se va a diseñar, conforme a algún lugar de la entidad veracruzana, o del país, muy tradicional en ese aspecto. Y comienza la planificación y distribución de lo que se necesitará: la mesa principal, y si se hace de tres o siete niveles el altar, según la tradición de que se trate; si la estructura se levanta con ramas, bejuco, bambú o palmilla; en algo prácticamente todos los altares coinciden: la flor de cempaxúchitl y mano de león (o moco de pavo) son por definición las flores de temporada; y he ahí el tradicional color naranja y morado con su peculiar aroma que nos evoca a estas tradiciones.

Luego el tipo de decoración: el cempaxúchitl y la mano de león desatando entre los participantes las más inusitadas ideas creativas, en un callado intento de que el altar propio sea más atractivo que el de los demás, como si ello atrajera aún más el favor de los difuntos en una prometedora visita anual.

No puede faltar los enseres personales del difunto: su foto, ropa y demás utensilios; su comida favorita, ¿y por qué no?, también aquella que los vivos degustarán una vez levantado el altar. Y es entonces cuando también florece un oculto orgullo por mostrar objetos de tradición indígena y que citadinamente son minimizados: el mantel bordado, las cazuelas y tazas de barro, el molcajete o tecajete, el sombrero de palma, el rebozo, y un prolongado etcétera producto de la riqueza de nuestras tradiciones y que al menos en estas épocas se reivindica.

La fiesta de Día de Muertos se divide en tres días: el 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre, días señalados por la Iglesia católica para celebrar la memoria de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, y sobre todo, para que en muchos hogares y centros de trabajo exista un ambiente de camaradería conjuntado por un bien común: la memoria colectiva hacia aquellos seres queridos que se nos adelantaron en el camino eterno.

hoja8702005@gmail.com

1329821 que-debe-llevar-ofrenda-muertos-261015-2 que-debe-llevar-ofrenda-muertos-261015-calaveritas que-debe-llevar-ofrenda-muertos-261015-velas

 

Deja un comentario